En torno al discurso epidíctico.  El elogio de Fidel Castro al Che Guevara

On epideictic speech. The Fidel Castro praise to Che Guevara

 

María Alejandra Vitale

alejandravitale@filo.uba.ar

Universidad de Buenos Aires

Instituto de Lingüística, FFyL

Buenos Aires, Argentina

Fecha de recepción: 16-10-17

Fecha de aceptación: 15-11-17

 

Vitale, M. A. (2017). En torno al discurso epidíctico. El elogio de Fidel Castro al Che Guevara.

Quadripartita Ratio: Revista de Retórica y Argumentación, 3(5), 13-22. ISSN: 2448-6485

[13]

Resumen: Este artículo tiene un doble objetivo. Por un lado, se propone reflexionar sobre la relación entre discurso epidíctico, argumentación, polémica e ideología; por el otro, analizar esta problemática en dos discursos epidícticos que Fidel Castro pronunció en torno al Che Guevara. La relación entre discurso epidíctico, argumentación y polémica ha sido objeto de interpretaciones contrapuestas. En particular, si este género oratorio busca o no el cambio pragmático de una situación, si apoya o no una acción y si es ajeno o no a la polémica. La función ideológica del discurso epidíctico, en cambio, ha generado mayor acuerdo. El artículo se refiere primero a estas cuestiones planteadas sobre el género epidíctico para luego centrarse en el análisis del discurso que Fidel Castro pronunció el 18 de octubre de 1967 en la Plaza de la Revolución, de La Habana, con motivo de la muerte en combate de Ernesto Che Guevara, en contraste con el que formuló, en Pinar del Río y en ocasión de la inauguración de una fábrica, el 8 de octubre de 1987, en el acto central del XX aniversario de la ejecución del Che.

Palabras clave: discurso epidíctico; Fidel Castro; Che Guevara; discurso ideológico.

Abstract: This paper has a double objective. On the one hand, its goal is to consider the relationship between epidictic discourse, argumentation, polemic, and ideology; on the other hand, it aims to analyse this problematic in two epidictic discourses given by Fidel Castro regarding Che Guevara. The relationship between epidictic discourse, argumentation, and polemic has been understood in opposing ways. Specifically, the controversies are whether this oratorical genre searches a pragmatic change of a situation or not, whether it supports an action or not, and whether it is alien to polemic or not. Instead, the ideological function of epidictic discourse has generated greater agreemen. The paper first addresses these issues raised about the epidictic genre. It then focuses on the analysis of the epidictic discourse given by Fidel Castro on October 18th 1967 at the Plaza de la Revolución in La Habana concerning the death in battle of Ernesto Che Guevara, in opposition to the discourse Fidel gave on October 8th 1987 in Pinar del Río at a factory’s inauguration for the XXth anniversary of Che’s execution.

Keywords: epideitic speech; Fidel Castro; Che Guevara; ideological speech.


[14]

1. Introducción

Este artículo tiene un doble objetivo. Por un lado, se propone reflexionar sobre la relación entre discurso epidíctico, argumentación, polémica e ideología; por el otro, analizar esta problemática en dos discursos epidícticos que Fidel Castro pronunció en torno al Che Guevara.

La relación entre discurso epidíctico, argumentación y polémica ha sido objeto de interpretaciones contrapuestas. En particular, si este género oratorio busca o no el cambio pragmático de una situación, si apoya o no una acción y si es ajeno o no a la polémica[1]. La función ideológica del discurso epidíctico, en cambio, ha generado mayor acuerdo[2].

Me referiré primero a estas cuestiones planteadas sobre el género epidíctico para luego centrarme en el análisis del discurso que Fidel Castro pronunció el 18 de octubre de 1967 en la Plaza de la Revolución, de La Habana, con motivo de la muerte en combate de Ernesto Che Guevara, en contraste con el que formuló en Pinar del Río y en ocasión de la inauguración de una fábrica, el 8 de octubre de 1987, en el acto central del XX aniversario de la ejecución del Che.

2. Discurso epidíctico, argumentación, polémica e ideología

Se sabe que en su Retórica Aristóteles considera que el oyente del género epidíctico ocupa el lugar de un espectador que es a la vez un juez. Según la traducción al español de Ignacio Granero (1978), el oyente juzga acerca del valor. Se trata del valor de la potencia oratoria de quien habla, aunque Ruelle (2010) ha interpretado que es también el valor de la cosa o persona objeto de elogio o crítica. En la traducción de la Retórica al español de Quintín Racionero (1999: 197), Aristóteles afirma que en el género epidíctico “el espectador, por su parte, juzga sobre la capacidad del orador”. Aristóteles sostiene que la amplificación es la más apta para el género epidíctico (Ret., 1.1368), porque en este género oratorio se consideran las acciones admitidas por todos —(Granero, 1978)—, de modo que lo que falta es añadirles grandeza y moralidad. Al considerar lo que es admitido por todos, o, en palabras de la traducción de Quintín Racionero (1999: 253), “acciones sobre las que hay acuerdo unánime”, el género epidíctico queda de modo implícito relacionado con aquello que une a una comunidad y por ello no genera polémica, dado que lo que puede generar polémica es lo que no es admitido por todos o aquello sobre lo que no hay unanimidad. Aristóteles también aclara que hay que tener en cuenta ante quién se hace el elogio, porque, como decía Sócrates, no es difícil alabar a los atenienses ante los atenienses, pero conviene decir lo que es considerado honorable por cada pueblo, como si en realidad fuese tal.

Quintiliano, por su parte, interpreta —en capítulo séptimo del libro 3 de sus Institutiones oratorias— que Aristóteles redujo el género epidíctico a recrear a los oyentes. Si bien destaca en este género la importancia del ornatus, mediante el cual el orador hace alarde de su ingenio, y al cual le es propia la amplificación, para Quintiliano en el género epidíctico se desarrolla una verdadera argumentación, puesto que plantea que esos alardes del orador sirven a la vez como prueba para la confirmación y la defensa en el desarrollo de una alabanza.

El autor de las Instituciones oratorias retoma el consejo de Aristóteles sobre el considerar ante quién se hace el elogio y precisa que se persuadirá mejor si el orador alaba en un sujeto aquello que aprueba su auditorio, de modo que el discurso epidíctico ratifica un juicio que ese auditorio ya tiene antes de oír al orador (Inst. or., 3.7.25) y en este sentido se puede interpretar que tiende a no generar opiniones contrapuestas.

En cuanto a la posición de Cicerón ante el género epidíctico (exornatio dicitur), en las Partitiones oratoriae (Cic., Part. or., 20.69) plantea que no hay ningún género que lo iguale en la capacidad de producir una elocuencia más rica y en ser más útil a la comunidad. Sobre el vínculo del género epidíctico y la argumentación, se destaca que Cicerón afirma en dicha obra que en el género epidíctico lo más importante es la narración y la exposición de los hechos sin ninguna argumentación (Cic., Part. or., [15] 21.71). Recomienda, en cambio, el uso de un estilo adecuado para suscitar la emoción y la credibilidad de lo narrado. En De oratore, el género epidíctico —pensado sobre todo como oración fúnebre— es presentado por Antonio como un género fácil en comparación con el deliberativo y el judicial, porque nadie ignora lo que hay que alabar en una persona (Cic., De or., 2.11.44-46 y 16.67-69). Se infiere, así, que el género epidíctico remite a un consenso dentro de la comunidad en torno a qué es digno de ser alabado o censurado[3].

En su libro La rhétorique de l’éloge dans le monde gréco-romain, Laurent Pernot (1993: 29) comenta la sistematización por parte de Aristóteles de los tres géneros oratorios, el deliberativo, el judicial y el epidíctico, y afirma que el elogio (y la censura) ingresan como la tercera parte de la clasificación, en una simetría más aparente que real, pues el oyente —plantea Pernot— no juzga si el objeto elogiado posee o no determinada virtud o cualidad, sino que es un espectador o examinador del talento del hablante: es una especie de juez que dictamina sobre la calidad del discurso y no interviene para escoger entre posiciones antagónicas[4].

En un artículo previo donde comentó los topoi del elogio enumerados por Menandro el Rétor, Pernot (1986: 51) planteó que el elogio fue un rito social de celebración de todos los poderes que controlan la vida social. Volviendo sobre este aspecto, en su libro La Rhétorique dans l’Antiquité afirma que, en la sociedad de la época imperial, el discurso epidíctico fue un rito social que sostenía los valores de la colectividad, proclamaba y cultivaba el consenso, la adhesión de todos a concepciones y modelos reconocidos. En este sentido, Pernot (2013: 211) propone que el elogio afirmaba una unanimidad que podía ser una mera fachada que sofocaba las oposiciones y servía de sostén a la ideología dominante. En su último libro publicado en 2015, dedicado al género epidíctico, Questioning the Stakes of Ancient Praise, Pernot (2015: 100) destaca nuevamente que, a diferencia del género deliberativo y del judicial, el epidícitco no busca obtener ningún voto ni ninguna decisión; como propósito global, le atribuye la consolidación del orden social. Al mismo tiempo, señala que tanto Aristóteles como Quintiliano postulan una similitud entre el género epidíctico y el deliberativo, en tanto en este se aconseja para el futuro lo que en el género epidíctico es elogiado respecto del pasado. Asimismo, Pernot sostiene que el género epidíctico tiene una dimensión exhortativa, porque presenta un modelo de virtud e incita a imitarla.

En relación con ello, Lausberg (1975: 24) afirma que, a diferencia de lo que acontece con el género judicial y deliberativo, que pretenden un cambio de la situación que hay que realizar pragmáticamente, el orador del género epidíctico desea corroborar la situación considerada como constante, valorándola. Asimismo, agrega que la alternativa de la parte entre alabanza y censura se realiza en una discusión mucho más raramente que las alternativas entre acusación y defensa o entre consejo y disuasión. Una asamblea solemne, que permite que un orador encargado de ello alabe a una persona, evitará que un segundo orador tome la palabra para censurar a la misma persona.

Perelman y Olbrechts-Tyteca (1950, 1989) han considerado, asimismo, como característica fundamental del epidíctico la comunión sobre valores admitidos y la ausencia de polémica. El Traité de l’argumentation (1989: 67) afirma que, en este género, el orador procura crear una comunión en torno a ciertos valores reconocidos por el auditorio y por ello es practicado preferentemente por aquellos que, en una sociedad, defienden los valores tradicionales, los valores que constituyen el objeto de la educación y no los valores revolucionarios, los valores nuevos que suscitan polémicas y controversias. Pero es sabido que Perelman y Olbrechts-Tyteca se oponen a la concepción del epidíctico como un mero espectáculo —desligado de la acción— que se acerca a la literatura y afirman que constituye una parte esencial del arte de persuadir. En efecto, la argumentación del discurso epidíctico se propone acrecentar la adhesión a ciertos valores, de los que quizás no se duda cuando se [16] los analiza aisladamente, pero que podrían no prevalecer sobre otros valores que entrarían en conflicto entre ellos. Justamente por este motivo el género epidíctico fortalece la predisposición a determinada acción. En Logique et rhétorique, Perelman y Olbrechts-Tyteca (1950) señalan que los géneros deliberativo y judicial suponían un adversario y por lo tanto un combate, dirigido a obtener una decisión sobre una cuestión controvertida, y en ellos el uso de la retórica se justificaba por la incertidumbre y por la ignorancia. ¿Cómo comprender —se preguntan— el género epidíctico, referido a cosas ciertas, incuestionables, y que ningún adversario rechaza? Los antiguos —ellos sostienen— consideraban que el epidíctico se refería a los juicios de valor a los cuales las personas se adhieren con intensidad variable. Luego, siempre es importante confirmar esa adhesión, recrear una comunión sobre el valor admitido. Asimismo, destacan que esa comunión, aun cuando no determina una elección inmediata, determina todas las elecciones virtuales. Por ello conceden que el orador epidíctico entabla un combate pero contra objeciones futuras, en un esfuerzo para mantener el lugar de ciertos juicios de valor en determinada jerarquía o, eventualmente, conferirles un estatuto superior.

El género epidíctico sigue vivo en la actualidad en ceremonias como las oraciones fúnebres, las fiestas matrimoniales, las presentaciones de conferencistas, los actos escolares y las conmemoraciones de acontecimientos que conmueven a una comunidad. Pero, como plantea Bruce McComiskey (2002: 89), los géneros retóricos son construcciones históricas generadas por exigencias de situaciones socioculturales, políticas y económicas particulares. En este sentido, Bradford Vivian (2006: 3) ha estudiado lo que llama “epidíctico neoliberal” y su función ideológica al analizar la conmemoración pública del primer aniversario de los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos. La ceremonia consistió en la lectura, por parte del gobernador y el alcalde de Nueva York y el gobernador de Nueva Jersey, de textos canónicos de Lincoln, Jefferson y Roosevelt (el único discurso original fue el muy breve pronunciado por Bush, que a su vez repitió términos formularios del discurso de Roosevelt), lo que tendió a despolitizar y deshistorizar el acontecimiento acorde a una democracia neoliberal donde el sector político controla poco y debate aún menos.

Sin embargo, McComiskey (2002: 92) considera que la retórica epidíctica no siempre representa los valores dominantes puesto que en ciertos contextos la posibilidad de promover valores subversivos siempre existe. En este sentido, recuerda la retórica epidíctica practicada por los sofistas, que, como el Elogio a Helena, podía cuestionar los valores dominantes. Por otra parte, de modo desafiante, afirma que el discurso aristotélico de la alabanza y la censura, generadas en concordancia con las ideologías de la clase dominante y la adhesión acrítica de las audiencias, ya no es el modo retórico predominante.

 

3. Fidel Castro y el elogio del Che Guevara

Sobre la base de las consideraciones anteriores en torno al género epidíctico, voy a centrarme ahora en el discurso que pronunció Fidel Castro en la Plaza de la Revolución de La Habana el 18 de octubre de 1967, con motivo de la muerte del Che Guevara.

Me interesa destacar, por un lado, la manera en que construye como modelo al Che en el presente y esto en relación con la dimensión argumentativa e ideológica del discurso de Castro, cuya oratoria, según la investigadora italiana Paola Gorla (2014), se caracteriza por un marcado clasicismo.

En efecto, el discurso retoma los topoi y el estilo propios del género epidíctico. En la alabanza del Che, Castro se basa en especial en el topos del modo de ser y en el de las acciones (Pernot, 1993; 2015). Sobre el modo de ser del Che, afirma:

Che era una de esas personas a quien todos le tomaban afecto inmediatamente, por su sencillez, por su carácter, por su naturalidad, por su compañerismo, por su personalidad, aun cuando todavía no se le conocían las demás virtudes que lo caracterizaron (Castro, 2014: 167).

La anáfora y el paralelismo, que se identifican en la cita, recorren todo el discurso, lo mismo que la amplificación y la hipérbole, figura característica [17] del epidíctico según Pernot (2015: 59). Pero, ¿cuáles son las virtudes que Castro destaca del Che? Por un lado, la piedad, el coraje y la inteligencia. De esta manera, apelando al topos de las acciones que son prueba de las virtudes, narra cómo el Che, en cuanto médico de la tropa revolucionaria, prestaba asistencia no sólo a los compañeros heridos sino también a los soldados enemigos y resalta que, cuando en una batalla fue necesario que alguien se quedara con los heridos, el Che lo hizo y les salvó la vida. En cuanto al coraje, Castro destaca en varias oportunidades la valentía del Che, “su disposición inmediata, instantánea, a ofrecerse para realizar la misión más peligrosa” y se refiere a lo que denomina con tono hiperbólico sus “hazañas” y “proezas”. Sobre su inteligencia, la relaciona con la maestría del Che en el arte de la lucha revolucionaria, con su capacidad para emprender con seguridad cualquier tarea, entre ellas el trabajo voluntario, que fue creado por el guerrillero argentino. Asimismo, la inteligencia es vinculada con su cultura y con sus escritos, de los que Fidel no duda de que “pasarán a la posteridad como documentos clásicos del pensamiento revolucionario” y en relación con los que afirma: “Escribía con la virtuosidad de un clásico de la lengua” (Castro, 2014: 174).


Sin embargo, algo llama la atención por lo inesperado de la crítica ante el combatiente muerto. En tres oportunidades, Fidel Castro menciona una característica del Che que es lo opuesto a la virtud del coraje, el vicio de la temeridad, es decir, el exceso de coraje. En efecto, Castro sostiene:

1) “Si como guerrillero tenía un talón de Aquiles, ese talón de Aquiles era su excesiva agresividad, era su absoluto desprecio al peligro”.

2) “No poseemos suficientes elementos de juicio para poder hacer alguna deducción acerca de todas las circunstancias que precedieron ese combate, acerca de hasta qué grado pudo haber actuado de una manera excesivamente agresiva, pero — repetimos— si como guerrillero tenía un talón de Aquiles, ese talón de Aquiles era su excesiva agresividad, su absoluto desprecio por el peligro”.

3) “Y ese golpe de suerte, ese golpe de fortuna no sabemos hasta qué grado ayudado por esa característica a que nos referíamos antes de agresividad excesiva, de absoluto desprecio por el peligro”.

Paola Gorla (2010: 538; 2014: 67) interpreta que la identificación del Che Guevara con Aquiles permite a Castro mostrar una debilidad propia a la humanidad del Che para pasar luego a su mitificación. La palabra “excesiva” se inscribiría en esta misma estrategia porque remite a la desmesura o hybris del héroe antiguo. El proceso de mitificación se construye así con la afirmación de Castro de que el Che cayó “como hombre mortal” pero que sus ideas, sus tácticas, sus concepciones guerrilleras, sus tesis no fueron derrotadas sino que serían ejemplo para que “millones de manos, inspiradas en su ejemplo”, empuñaran las armas.

Sin embargo, considero que las afirmaciones citadas de Castro son convergentes con su estrategia de priorizar otro tipo de virtudes del Che para construirlo como modelo a imitar en el presente de 1967. En efecto, Castro afirma, utilizando el argumento del fin y los medios (Perelman y Olbrechts-Tyteca, 1989: 422-429):

Che era un jefe militar extraordinariamente capaz. Pero cuando nosotros recordamos al Che, cuando nosotros pensamos en el Che, no estamos pensando fundamentalmente en sus virtudes militares. ¡No! La guerra es un medio y no un fin, la guerra es un instrumento de los revolucionarios. ¡Lo importante es la revolución, lo importante es la causa revolucionaria, las ideas revolucionarias, los objetivos revolucionarios, los sentimientos revolucionarios, las virtudes revolucionarias […] Che reunía como revolucionario las virtudes que pueden definirse como la más cabal expresión de las virtudes de un revolucionario, hombre íntegro a carta cabal, hombre de honradez suprema, de sinceridad absoluta, hombre de vida estoica y espartana, hombre a quien en su conducta no se le puede encontrar una sola mancha. Constituyó por sus virtudes lo que puede llamarse un verdadero modelo de revolucionario (Castro, 2014: 173-174).

[18]

Como he comentado al principio sobre el género epidíctico, este tiene para Perelman y Olbrechts-Tyteca una función argumentativa, en cuanto ratifica ciertos valores dentro de una jerarquía y predispone o no a favor de cierta acción. En el contexto de enunciación del discurso de Fidel Castro, no son las virtudes militares del Che, su proyecto de hacer la revolución en Bolivia, que no se adecuaba del todo con la línea de sovietización de Cuba y la propia postura del partido comunista de Bolivia, sino las nombradas virtudes revolucionarias que lo construyen como ejemplo a seguir para el pueblo cubano.

El carácter ejemplar del combatiente muerto se expresa en la frase: “¡Y el ejemplo del Che debe ser un modelo para nuestro pueblo, el ejemplo del Che debe ser el modelo ideal para nuestro pueblo!”; y en la exhortación, referida a los combatientes revolucionarios, los militantes, los niños, en “que sean como el Che” (Castro, 2014: 177).

En este sentido, resulta significativo que cuando Castro se basa en el topos de las circunstancias de la muerte, característico también del género epidíctico (Pernot, 1993; 2015), si bien califica la muerte de Guevara de “heroica y gloriosa”, en dos oportunidades se refiere al combate del Che en Bolivia (país que nombra una sola vez) como un combate más, sin destacar, como sería esperable en el género epidíctico, su carácter ejemplar o singular: “Y así, en un combate, ¡en uno de los tantos combates que libró! perdió la vida” […] en un combate como tantos combates” (Castro, 2014: 170 y 172).

En esta línea de interpretación, resulta también pertinente considerar que Castro afirma, con referencia al Che: “Y muchas fueron las veces en que fue necesario actuar para impedir que en acciones de menor trascendencia perdiera la vida” (Castro, 2014: 170), lo cual es convergente con la crítica a la temeridad del Che.

La comunión sobre los valores admitidos y la función ideológica que entraña el género epidíctico, entonces, se manifiestan en el discurso epidíctico de Fidel Castro de 1967 en la construcción del Che como modelo de revolucionario virtuoso que debe ser imitado por el pueblo, encuadrado bajo la guía del Partido Comunista Cubano, pero no tanto en su faceta militar. De allí que Fidel Castro disocie la noción de revolucionario comunista al afirmar: “Y como revolucionario comunista, verdaderamente comunista, tenía una infinita fe en los valores morales, tenía una infinita fe en la conciencia de los hombres” (Castro, 2014: 175), de modo que el verdadero comunismo queda relacionado con los valores morales y la fe en la conciencia de los hombres, en los que el Che es ejemplo y modelo a seguir.

Contrasto ahora el discurso de Fidel Castro del 18 de octubre de 1967 con el que pronunció casi veinte años después, el 8 de octubre de 1987, en el acto central por el XX aniversario de la caída en combate del Che Guevara, y en ocasión de la inauguración de una fábrica que llevaría su nombre en Pinar del Río.

Si bien se repiten en este discurso las características del género epidíctico, la dimensión deliberativa predomina globalmente en comparación con la alocución de 1967, puesto que Fidel Castro se centra en la descripción de la crisis económica que vive Cuba y en las propuestas para resolverla y es en función de esta finalidad que se inserta el elogio del Che. El mismo Castro, al inicio del discurso y mediante el argumento de la definición (Perelman y Olbrechst-Tyteca, 1989), precisa el sentido del término “proceso de rectificación”, que se estaba desarrollando en Cuba desde 1986, el año anterior al discurso, y cuyo nombre completo fue Proceso de Rectificación de Errores y Tendencias Negativas. Este proceso consistió en modificaciones del orden económico para poder sobrellevar la crisis del bloque soviético sin renunciar a los principios revolucionarios. El proceso buscó combatir la ineficiencia económica y el burocratismo e introducir un mayor grado de austeridad, y según Rodríguez Beruff (1995) incluyó experimentos con el mercado.

Castro precisa entonces que “rectificación significa [...] buscar soluciones nuevas a problemas viejos, rectificar muchas tendencias negativas que venían desarrollándose [...], hacer un uso más correcto del sistema y de los mecanismos con que contamos ahora” (Castro, 2014: 194). Al referirse al proceso de rectificación, Castro usa una metáfora mediante la cual compara el sistema de dirección y planificación de la [19] economía cubana con “un caballo, un penco, cojo, con muchas mataduras” sobre el que exclama: “¡Tomemos las riendas!” (Castro, 2014: 194).

En este sentido, el elogio del Che Guevara está en función de construirlo como un modelo a seguir en el camino en el que debe avanzar ese caballo, es decir, el sistema de dirección y planificación de la economía de Cuba. De esta manera, al igual que sucedía en el discurso de 1967, no son las virtudes militares como combatiente guerrillero las que Fidel prioriza al alabarlo. En efecto, al recordar la campaña del Che en Bolivia afirma:

Se trató, incluso, de dilatar un poco el momento; le dieron otras tareas que habrían de enriquecer su experiencia guerrillera y se trataba de crear el mínimo de condiciones para que él no tuviera que pasar la etapa más difícil, de los primeros días en la organización de un movimiento guerrillero, algo que nosotros conocíamos perfectamente bien por nuestra propia experiencia. [...] Tal vez habría sido mejor, con vistas a los objetivos que se perseguían, que se hubiese cumplido ese mismo principio, y él se hubiese incorporado más adelante. No había, realmente, tanta necesidad de que él hiciera toda la tarea desde el principio. Pero él estaba impaciente, realmente, impaciente (Castro, 2014: 184-185).

Como se desprende de la cita, la experiencia guerrillera del Che es presentada por Fidel Castro como perfectible y él mismo construye su ethos (Amossy, 2010; Maingueneau, 2002, 2014) con mayor saber que Guevara en la organización de un movimiento guerrillero.

Fidel vuelve sobre sus propias palabras de hace casi veinte años y afirma sobre el Che: “Como habíamos pronosticado aquel 18 de octubre, hace veinte años, se convirtió en un símbolo de todas las personas oprimidas, de todas las personas explotadas“ (Castro, 2014: 186). ¿Pero cuáles son las virtudes elogiadas del Che en 1987 que lo presentan como modelo a seguir? Por un lado, a partir del topos del modo de ser, se trata de su espíritu de trabajo, el cumplimiento del deber, la solidaridad, la austeridad, la no contradicción entre el decir y el hacer, entre muchas otras que Castro nombra. Pero considerando la finalidad argumentativa global del discurso y el espacio textual que le dedica, Castro hace hincapié en el pensamiento económico del Che. Destaca así que en esencia el Che se opuso radicalmente a utilizar y desarrollar las leyes y las categorías económicas del capitalismo en la construcción del socialismo. Y llama a su auditorio a conocer ese pensamiento y a leer un libro publicado en aquel momento que había ganado el Premio Casa de las Américas, titulado El pensamiento económico del Che. De allí que Castro utilice otra figura retórica característica —como recuerda Pernot (2015: 57-59)— del género epidíctico, en especial en la oración fúnebre: el apóstrofe, que consiste en cambiar la audiencia normal en una segunda audiencia. En efecto, Castro, usando la amplificación, también muy presente en este discurso, afirma:

Porque si estuviéramos conversando con el Che y le dijéramos: “Mira, nos ha pasado todo esto” —todas esas cosas que yo estuve reflejando anteriormente, qué nos pasó con las construcciones, en la agricultura y en la industria, con los surtidos, con la calidad, con todo eso— el Che habría dicho: “Yo lo dije, ¡yo lo dije!”; el Che habría dicho: “yo lo advertí, les está pasando lo que yo creía que les iba a pasar” (Castro, 2014: 197).

La palabra del Che funciona así como un argumento de autoridad que apuntala las apreciaciones de Fidel Castro sobre el rumbo de la economía cubana, sobre ese caballo que metaforiza el sistema de dirección y planificación de la economía.

En consonancia con esto, se observa una reformulación en cuanto al enemigo de la comunidad revolucionaria cubana. En 1967 el enemigo está en el extranjero y es nombrado como “los enemigos”, “los que cantan victoria” (ante la muerte del Che) y “los imperialistas”; en 1987, el enemigo también está en el exterior y Fidel lo nombra como “amos imperiales”, “el imperialismo”, “el imperio”; pero ahora, en cambio, se ubica también en el interior de esa comunidad, desvirtuando su carácter revolucionario. De este modo, Castro se refiere a los “capitalistas de [20] pacotilla” y “los tecnócratas”, quienes se están apartando del modelo representado por el Che y están conduciendo el caballo por un camino que lo aleja de “un verdadero socialismo, como etapa previa y de tránsito hacia el comunismo” (Castro, 2014: 191).

De este modo, el cierre del discurso de 1987 incluye la presentación —amplificada— del Che como modelo, con el sentido comentado, para el pueblo cubano:

¡Y si un día escogimos el camino de la Revolución, de la Revolución socialista, el camino del comunismo, de la construcción del comunismo, hoy estamos más orgullosos de haber escogido ese camino, porque solo ese camino es capaz de crear hombres como el Che, es capaz de forjar un pueblo de millones de hombres y mujeres capaces de ser como el Che! (Castro, 2014: 205).

4. Conclusiones

Para concluir, quisiera entonces remarcar que en los discursos epidícticos comentados de Fidel Castro sobre el Che Guevara se constata que no se reducen a buscar que el auditorio evalúe las cualidades oratorias del orador y que el elogio tiene una dimensión argumentativa e ideológica, que —vimos— está anclada en condiciones socio-históricas determinadas. El ornatus, característico del discurso epidíctico, funciona asimismo como una prueba no sólo de aquello que es alabado sino también de la línea persuasiva de dichos discursos.

En ambas alocuciones Castro construye la ejemplaridad del Che como digno de ser imitado en el presente a los fines de consolidar ciertos valores en torno a la revolución y a las exigencias de la coyuntura y de la línea ideológica que busca promover.

Los acontecimientos pasados de la vida del Che son así seleccionados y amplificados con miras a la construcción de una memoria pública (Casey, 2004) que inspire hechos políticos presentes con vistas a ser repetidos en el futuro. En efecto, tal como platearon los tratadistas antiguos, en el género epidíctico se alaba en el pasado lo que se promueve políticamente para el futuro.

Aristóteles dijo que el género epidíctico elogia aquello que es admitido por todos o que genera unanimidad. Sin embargo, en particular en el discurso epidíctico de 1987 de Fidel Castro en torno al Che Guevara se puede advertir que su elogio se inscribe en un campo de tensiones entre posicionamiento diversos, con hincapié en la economía, al interior de la comunidad cubana.

Por último, cabe destacar un aspecto sobre el que no he ahondado en este trabajo pero que merece una atención futura, y es el hecho de que el elogio del Che por parte de Fidel Castro también funciona como ratificación del valor de su propio liderazgo revolucionario, de la construcción de su propio ethos de líder sabio y experimentado, que es capaz de señalar los errores que el Che como combatiente no pudo o supo advertir en relación con su campaña guerrillera en Bolivia.


[21]

Bibliografía

    Corpus

  1. Castro, F. (2014 [1967]).  “Discurso pronunciado por el Comandante Fidel Castro Ruis, Primer Secretraio del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Primer Ministro del gobierno revolucionario, en la velada solemne en memoria del Comandante Ernesto Che Guevara, en la Plaza de la Revolución, el 18 de octubre de 1967”. En P. L. Gorla, Patria o muerte, ¡venceremos! La retórica de Fidel Castro (pp. 167-179). La Habana, Cuba: UH Editorial.

  2. Castro, F. (2014 [1987]) “Discurso pronunciado por el Comandante Fidel Castro Ruiz, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, en el acto central por el XX aniversario de la caída en combate del Comandante Ernesto Che Guevara, efectuado en la ciudad del Pinar del Río, el 8 de octubre de 1987, ‘Año 29 de la Revolución’”. En P. L. Gorla, Patria o muerte, ¡venceremos! La retórica de Fidel Castro (182-205). La Habana, Cuba: UH Editorial.

  3. Fuentes y estudios

  4. Amossy, R. (2000). L’argumentation dans le discours. París: Nathan.

  5. Aristóteles. (1978). Retórica. (Intr., trad. y notas de I. Granero). Buenos Aires: EUDEBA.

  6. Aristóteles. (1999). Retórica. (Intr., trad. y notas Q. Racionero). Madrid: Gredos.

  7. Casey, E. S. (2004). “Public Memory in Place and Time”. En K. R. Phillips (ed.) Framing Public Memory (pp. 17-44). Alabama: University of Alabama Press.

  8. Gorla, P. L. (2010). La retórica del héroe. Análisis retórico del discurso de Fidel Castro en la Velada Solemne del 18 de octubre de 1967. Boletín de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes, 18: 531-545.

  9. Gorla, P. L. (2014). Patria o muerte, ¡venceremos! La retórica de Fidel Castro. La Habana: Editorial UH.

  10. Lausberg, H. (1975). Elementos de retórica literaria. Introducción al estudio de la Filología clásica, románica, inglesa y alemana. Madrid: Gredos.

  11. Maingueneau, D. (2002). Problèmes d’ethos. Pratiques, 113/114: 55-67.

  12. McComiskey, B. (2002). Gorgias and the New Sophistic Rhetoric. Carbondale: Southern Illions University.

  13. Perelman, CH. y L. Olbrechts-Tyteca (1950). Logique et rhétorique. Revue philosophique de la France et de l´étranger, 140: 1-35.

  14. Perelman,  CH. y L. Olbrechts-Tyteca. (1989). Tratado de la argumentación. La nueva retórica. Madrid: Gredos.

  15. Pernot, L. (2015). Questioning the Stakes of Ancient Praise. Austin: University of Texas Press.

  16. Pernot, L. (2013). La retórica en Grecia y Roma. México: Universidad Nacional Autónoma de México.

  17. Pernot, L. (1993). La Rhétorique de l’éloge dans le monde gréco-romain. 2 vols. Paris: Institut des Études Augustiniennes.

  18. Pernot, L. (1986) Les topoi de l’éloge chez Ménandros le Rhéteur. Revue des Études Grecques, 99: 33-53.

  19. Quintiliano, M. F. (1943). Instituciones Oratorias. Buenos Aires: Editorial de Buenos Aires.

  20. Rodríguez Beruff, J. (1995). Cuba en crisis: perspectivas económicas y políticas. Puerto Rico: Editorial de la Universidad de Puerto Rico.

  21. Romeo, A. (2012). Cicerone e l’elogio retorico. Per una lettura del De Oratore. Cosenza: Luigi Pellegrini Editore.

  22. Ruelle, E. (2010). Aristote: Poetique et Rhétorique. Montana: Kessinger Publishing.

  23. Vivian, B. (2006). Neoliberal Epideictic: Rhetorical Form and Commemorative Politics on September 11, 2002. The Quarterly Journal of Speech, 92: 1-26.



[1] Véase Lausberg (1975), McComiskey (2002), Perelman y Olbrechts-Tyteca (1950 y 1989) y Pernot (1986, 1993, 2013).

[2] Véase Campbell y Jamieson (2008), Kiewe (2004), Pernot (2015) y Vivian (2006).

[3] Para un estudio sobre el género epidíctico en De oratore, véase Romeo (2012).

[4] En este sentido, Pernot sigue la posición de Aristóteles sobre el género epidíctico.